Bandos del alcalde


El contenido de los bandos aquí reunidos es homogéneo: exhortan todos a las buenas maneras ciudadanas. Nuestro Alcalde ama a Madrid, y desearía verlo aseado y confortable. Querría que los visitantes se hicieran lenguas para alabar la pulcritud de calles, plazas y viviendas, la apacibilidad de sus moradores y el tranquilo fluir de su tráfico. Pero como no todos los vecinos son gratos, y ensucian, gritan y obstruyen, el Alcalde, sin enfadarse, para tener más razón, amonesta, aconseja e intenta convencer a díscolos y renuentes. Hay algo humildemente paternal en sus pregones, muy propio del soma y del alama de Tierno, tan útil cuando ha de pastorearse un rebaño de ciudadanos reyes. No enfunda mano de hierro en guante suave, la forma más insidiosa de mandar, sino que adelanta, a la mano sancionadora, palabras, reflexiones y avisos de buen convivir.
Además, su bondadosa ironía, que ni a él mismo excluye, hace descartar cualquier propósito que no sea el de acercarse llana y jovialmente a los indoctos, mientras hace un guiño amistoso a prudentes y letrados. Al que no hay que unir otro, fundamental; el de poner en solfa la pedantería de tecnócratas e idiomicidas.

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