La revolucion traicionada


Este libro fue escrito cuando el poderío de la burocracia soviética parecía inquebrantable y su autoridad indiscutible. El peligro del fascismo alemán atraía naturalmente la simpatía de los medios democráticos de Europa y de América hacia los soviets. Generales ingleses, franceses y checoslovacos participaban en las maniobras del Ejército Rojo y cantaban loas a oficiales, soldados y técnica.
Estas alabanzas eran perfectamente merecidas. El nombre de los generales Iakir y Uborevich, comandantes de las divisiones militares de Ucrania y de la Rusia Blanca, era citado con respeto en las páginas de la prensa mundial. En el mariscal Tujachevski se veía, con toda razón, al futuro generalísimo. En esos momentos, numerosos periodistas extranjeros de “Izquierda” y no solamente del tipo de Duranty, sino también algunos perfectamente conscientes, escribían extasiados sobre la nueva Constitución soviética como “la más democrática del mundo”.

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