Voluntarios: semillas de Libertad


Un escritor francés decía en 1835: El vasco rechaza el calificativo de soldado que le parece signo de servidumbre. Se llama paisano. La lectura de este libro llevará a muchos a la misma conclusión. En él se pone en evidencia lo que todo el mundo conoce: que toda esta juventud segada no era algo marginal ni extraño a su entorno, sino que, al contrario, destacaba por su estrecha vinculación a su pueblo, a sus vecinos, a los compañeros de tajo o de fábrica... Que ningún problema social ni humano les era ajeno. Que fue el amor a la tierra y a los suyos, no el rencor, ni la ambición, lo que les obligó un día a transformarse, de simples paisanos, en paisanos armados. Por un tiempo, el más breve posible. Y con la esperanza de ser los últimos en tener que hacerlo

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