LEJOS DE TOLEDO,


“LEJOS DE TOLEDO”, de ÁNGEL WAGENSTEIN
La publicación en Libros del Asteroide de la tercera novela de este escritor, singular, magnífico, es una buena ocasión para recordar su trayectoria personal y literaria: nacido en 1922 en la ciudad búlgara de Plovdiv, y mucho debe de haber de autobiográfico en las páginas de “Lejos de Toledo”, pasó su infancia en París, exiliado por la militancia de su familia en organizaciones de izquierda. Durante la Segunda Guerra Mundial, participó en actos de sabotaje contra los nazis, por lo que fue internado en un campo de concentración y condenado a muerte, y sólo la entrada del Ejército Rojo en Bulgaria salvó su vida. Más tarde cursó estudios cinematográficos y de hecho esta fue su profesión, llegando incluso a ganar un premio en Cannes en 1959. No es hasta el año 2000, y por tanto con setenta y ocho años, que empieza su carrera literaria con “El Pentateuco de Isaac”, novela que iniciaba un ciclo que se dedicará al destino de los judíos en Europa. La serie, que ahora parece continuar, se interrumpe en 2004, ya que “Adiós a Shangai” es una novela ambientada en la ciudad china durante los años de entreguerras, una historia por lo demás vibrante, llena de ecos cinematográficos y una maestría narrativa de altos vuelos.
Ahora, “Lejos de Toledo” parece continuar el proyecto narrativo en el que Wagenstein se embarcó con la primera de sus novelas. Aunque suene políticamente poco correcto, es éste un género, subgénero o como queramos llamarle, el de la literatura dedicada a dar cuenta de los sufrimientos del pueblo judío a los largo del siglo XX, y especialmente en las décadas centrales del siglo, que me produce una cierta sensación de recelo previo: parece ya más que transitado por la novela y el cine y uno se enfrenta a una obra de esas características con la sensación de que se trata de una variación redundante y que no va a aportar nada nuevo. Como ocurre también en ocasiones, el prejuicio se revela injusto porque “Lejos de Toledo” es- al igual que las dos anteriores del autor- una novela sobresaliente, que combina el retrato de la Bulgaria contemporánea, la mirada escéptica del hombre que vuelve a la que fue su tierra para un congreso, con la memoria emocionada de su infancia y del catálogo de sensaciones y experiencias que fueron configurando su infancia y juventud, el canto a un mundo irremediablemente perdido que aparece ante nuestro ojos con gran intensidad. Algunos de los personajes y escenas que aparecen en la obra son extraordinarios: los padres que desaparecen misteriosamente de la vida del joven, las calles, mercados y tiendas de Plodvid, las comidas y bebidas, la abuela que transmite la cultura familiar y judía, pero especialmente el impagable personaje de su abuelo, Abraham el Borrachón, visto sin complacencia, pero que resume toda una época y un escenario que el propio autor define lúcidamente: “Ese mundo en que nuestras abuelas asaban berenjenas y pimientos sentadas en el patio junto a los braseros de carbón de leña, (…), ya no existe, y de los mundos que ya no se han venido abajo uno habla con autoridad, con la soltura de un conocedor y la iluminación retroactiva”.
Durante los días en los que vuelve a la ciudad el narrador se encuentra con su primer amor, una mujer que ha vivido toda su vida en Plodvid e incluso recibe una oferta de unos especuladores inmobiliarios por la casa familiar, pero sobre todo nos recrea con enorme calidez- y sin la sensiblería que podría temerse- ese mundo que fue suyo y que la lucidez le hace saber que ha desaparecido para siempre. Un libro hermoso.
TOMÁS RUIBAL
ruibaldo@hotmail.com

0 comentarios:

Publicar un comentario