Una niña le roba el bolso a Petra Delicado en el baño de un centro comercial, pero sólo se queda con su pistola. La única testigo es otra niña, que reconoce a la niña en las fotos de un centro de menores. La pequeña ladrona es una huérfana rumana, pero ¿para qué querría una niña de ocho años una pistola?
Petra y su compañero, el subinspector Garzón, comienzan a investigar el caso por puro orgullo y para recuperar el arma, pero las cosas se complican cuando aparece un cadáver que ha sido asesinado con el arma de Petra. Pero los problemas no aparecen tan sólo en lo profesional: la vida de Petra se ve trastocada cuando conoce al padre de la joven testigo.
Nido vacío es sin duda una novela entretenida. La trama avanza ligera y con una meta muy clara en mente. El caso se ve intercalado con momentos de trama personal y relaciones entre los personajes que le aporta a la historia mucha riqueza argumental.
Los diálogos en general y las conversaciones entre Delicado en Garzón en concreto son agudos y mordaces, jugando siempre a sacarle la punta al tema. Los personajes secundarios que rodean a los protagonistas son tridimensionales, coloridos, con sus particularidades y su lenguaje propio, y bañados en una pátina de realidad que los hace muy cercanos. Barcelona, que es casi otro personaje más, está presente en toda la novela y su personalidad marca con fuerza algunas de las situaciones a las que se enfrenta Petra Delicado.
La novela nos lleva a los lugares más sórdidos de la venganza, los abusos, la prostitución y la infancia perdida. El cinismo y el ojo crítico y realista de Petra Delicado retratan con frialdad y crudeza el mundo de los abusos a menores y la prostitución forzada. Durante toda la historia nadamos en una atmósfera enfermiza, negativa, en un mar de pesimismo social que por suerte nos ofrece un puñado de situaciones agradables para poder salir a respirar a la superficie. Hacia el final recibimos el tranquilizador mensaje de que la vida sigue y las cosas buenas hacen que valga la pena.