La aventura del tocador de señoras de Eduardo Mendoza


La aventura del tocador de señoras es la tercera novela cronológicamente sucesiva de este personaje (que diría él mismo o algo así), y esta vez sueltan al pobre maleante sin demasiada vocación y ciudadano renuente en la Barcelona de los noventa para que se las apañe como pueda ya que se lee que el manicomio va a ser reconvertido en solar edificable y la urgencia urbanística consigue aquello que los escritos y peticiones no: que den de alta de una vez por todas al sufrido narrador y protagonista adicto a la Pepsi Cola y propenso al malentendido. Así empieza esta novela. Esta vez no hay encargo, ni amenaza ni nada, simplemente se suelta al aguerrido orate en el mundo de hoy en día (o casi) y se le deja que haga lo que pueda en la Barcelona que mira al siglo XXI con la mano firme sobre el XX. Efectivamente, los problemas no tardarán en encontrarle. Su natural tendencia a complicarse la vida con enigmas y a quedarse en calzoncillos con o sin su volición directa le llevará a escalar rápidamente por el escalafón social. Del manicomio a irse de tapas con el señor alcalde, antes conocido también por señor alcalde antes de ser señor alcalde. Claro esta que este tipo de relaciones conllevan sus peligros como atestigua el brutal atentado con bomba contra la peluquería que él mima y su implicación (más o menos voluntaria) en el caso del asesinato de un empresario. Una vez más, armado con las autojustificaciones más desternillantes y una cierta candidez especiada con un tardío sentido común, el anónimo inquilino de institución mental creado por Mendoza se las verá enfrentado a un mundo que sus habitantes deciden que es demasiado complicado como para que este lo comprenda. El resultado, por supuesto, es que el único con una visión completa y acertada de todo el asunto es el supuesto loco (que parece que sólo lo es entre las paredes del manicomio, fuera de ellas es más bien excéntrico) mientras el resto se empeña en enredarse en sus propias redes de codicia, lujuria, avaricia, envidia y apartamentos pagados en cómodos plazos.