El Conde de Montecristo


Para Alejandro Dumas, el novelista más leído de su tiempo porque era un narrador por excelencia, escribir era vivir con plenitud. Nadie corno él para atrapar al lector; era un mago de la pa-labra y de la acción.
En un viaje por el Mediterráneo, Dumas pasó por una islilla en la que no pudo desembarcar porque ``estaba en rebeldía``. Era la isla de Monte-Cristo. El nombre le llamó la atención y, posteriormente, escribió una obra en la que dio cuerpo a un hijo de su imaginación y a una de las novelas más apasionantes que se han escrito: El conde de Monte-Cristo.
Esta novela es de todos porque cada ser humano lleva en su corazón un agravio, una injusticia, una pena en busca de redención. Es una tragedia que limpia el alma, que redime, que apasiona, que mueve, que conmueve. Cada uno de nosotros es un conde de Monte-Cristo en busca de una salvación.

Cuando el viento sopla

Mi mayor afición de pequeño era la lectura: me daba igual si era libro, tebeo, temática o voluminosidad del tomo en cuestión. Me sentaba y devoraba cualquier cosa del tirón. Dos o tres horas sin moverme de la silla eran suficientes para acabar con cualquier libro. De hecho la literatura era mi regalo favorito: Papá Noel no solía marchar nunca sin antes haber dejado dos o tres libros en el árbol.

A pesar de que conservo cuentos y libros de entonces hay uno que he podido ver en vídeo y se perdió en alguna de las mudanzas: Cuando el viento sopla, un cómic inspirado en el desastre nuclear, que nos alerta de sus consecuencias a través de la historia de Hilda y James, un matrimonio jubilado que logra sobrevivir (poco tiempo) a la explosión de la bomba atómica. Mi madre me regaló ese cuento a los 9 o 10 años y lo leí un montón de veces. Creo que hasta lloré cuando mueren debido a los efectos secundarios de la explosión. Eran el ejemplo de la lucha por sobrevivir: primero a dos guerras, y finalmente a una que acabó con todo.

La 2 emitió hace tiempo la película y pude grabarla, pero el vhs también acabó perdiendose; por pura inercia me puse a buscarla en el ares y la he vuelto a encontrar. Llama la atención que es un fiel reflejo del cómic, no hay nada que nos haga añorar el papel.

Es, sin duda, una de esas lecturas imprescindibles.